A punto de inaugurar no sólo año, sino también década tuvimos la suerte de disfrutar un excelente día soleado en nuestra excursión del pueblo leonés de La Uña al puerto de Ventaniella.
De todos es bien conocida la importancia que, durante siglos, y para la seguridad de los viajeros que cruzaban nuestras montañas, tuvieron ventas y alberguerías. Situadas en los lugares más estratégicos de los caminos, especialmente en los pasos o puertos mas aislados, tanto en la Cordillera Cantábrica como en nuestros cordales interiores, en ellas se escribieron no pocas páginas de la historia de estas montañas. Concretamente el nombre de Ventaniella lo recoge una curiosa leyenda que recojo en una de sus versiones:
Los árabes tenían cuartel general en León y Gijón, por lo que circulaban mucho de una localidad a otra; entonces, este puerto de Ventaniella se llamaba Puerto Bajo, porque es el menos elevado de los situados entre El Pontón y Galicia.
Pelayo se encontraba en Arcenoriu y con él la hermana, que venía de este puerto a Ventaniella en alguna misión, pero entre esta vega y El Xerru en un lugar que se llama El Cantarillón la yegua que montaba dio un resbalón y al caer lo hizo sobre una pierna de la amazona, a la que se la rompió; arrastrándose como pudo, nuestra heroína llegó a la cercana Ventaniella, donde el casero la acogió; entonces arribaron y pidieron posada unos árabes que iban camino de León a Gijón (el territorio estaba en poder de los moros, pero éstos no se habían asentado en él); se la concedieron y en la conversación el casero se dio cuenta de que uno de los árabes hablaba mucho de medicina, pensó que sería médico (parece, además, que en esa época los árabes en medicina estaban mucho más adelantados que los españoles) y le propuso curar a una parienta suya que tenía la pierna rota.
Fueron a la habitación donde estaba la hermana de Pelayo, pero al charlar con ella el médico no se creyó que fuera familiar del ventero, pues vio que era una mujer con una cultura superior a la de éste: cuando llegó a Gijón informó a Munuza -uno de los jefes árabes- de que al pasar por el Puerto Bajo se había encontrado a una señora culta con la pierna rota; por consiguiente, Munuza encargó a tres personas de su confianza que fueran allí con el objetivo de traerse a la herida, quien seguramente era la hermana de Pelayo.
Los tres moros llegaron a Ventaniella y pidieron posada (que allí debe darse forzosamente, aunque no se tenga dinero). Ya concedida, se estaban calentando, que el fuego se atizaba en el medio de un local grande con la gente sentada en la orilla; el casero estaba sentado al pie del fuego sobre una pila de leña ya preparada en astillas para desde allí ir alimentándolo.
Entonces, los moros informaron al casero de que tenían orden de Munuza de llevarse a la mujer a Gijón. El casero alegó que era parienta suya, con lo que comenzó una discusión; en esto, uno de los moros agarró dos astillas, empezó a hacer fuego con ellas en un rincón situado junto a la puerta de la cocina -que, al igual que un tabique, era de madera- y amenazó al casero:
-¡O nos das la doncella o quemamos la casa, así que escoge: o la venta o ella!
Pero el casero, que era un hombre de agallas, agarró la astilla más larga y a los otros dos moros que estaban sentados al pie de él les propinó un golpe a cada uno en la cabeza y otro al otro, con lo que abatió a los tres, pero no los mató. Al asestar el primer astillazo a uno en la cabeza, proclamó: «¡Pues ni la venta ni ella!», y desde entonces el lugar se denomina Ventaniella, pero ellos, de todas maneras y a pesar de los golpes, pues reaccionaron, lo llegaron a dominar y se la llevaron, porque se quedó Munuza con ella y fue amante de éste, al que antes no conocía. Según otra versión, el ventero oyó que venía gente, creyó que eran individuos de Sobrefoz que lo podían defender, se armó de valor y entonces fue cuando agarró la estaca de leña y proclamó: «¡Ni la venta ni ella!», en esto llegaron los otros y aquí terminó la historia.
Para dar el asalto en Covadonga, Pelayo reunió sus fuerzas en Arcenoriu y entonces una parte de éstas bajó por el «ríu» Ponga y otra por el Sella con el fin de juntarse en Santillán para desde allí remontar la montaña y por los puertos de Covadonga llegar a Covadonga para dar la batalla a los moros. Después estableció su corte en Abamia y más tarde en Cangues y, que se sepa, a Ponga no volvió, pero de aquí salió.
Quien estaba de casero debía dar un puesto en la lumbre, incluso al que fuera más enemigo suyo, le tenía que entregar agua, sal, vinagre y fuego; también decían que la campana de la capilla de Ventaniella era milagrosa, el casero la tocaba todas las tardes para que la gente se orientara.
El caso es que a nosotros el que fue guarda de la zona durante 40 años nos contó otra historia también peculiar para los tiempos que corren, aunque corriente para la época en la que sucedió, allá en los no tan remotos 1920 cuando una joven y soltera de La Uña, Josefa, falleció “arriciada” a pocos metros de la Venta y que aún hoy podemos observar una piedra como homenaje, situada en el punto exacto en el que la encontraron, con sus iniciales y el año de su fallecimiento esculpidos en ella.
No era día de raquetas, pero la estampa que la nieve de aquella noche había dejado para nuestra retina hizo que tantos km desde León mereciesen la pena para Fran, Mario y Dobra, así como el bocadillo tan rico que nos comimos en el chozo del bosque en compañía de mis amigos Juan Ramón, Justo, Conchi y Mila.
Una excursión apta para todo tipo de público (que respete la naturaleza). Discurre por una pista, el PR LE-20 que sigue el curso del nacimiento del río Esla y desde donde además se contemplan en todo su esplendor los Mampodres, atravesamos la vega de Martindíez y desde la cual poco a poco iremos ascendiendo a una de las colladas que nos dan acceso a la Peña Ten. Allí También podemos ver las numerosas chozas restauradas y en muy buen estado que ya se usaban hace años porque por este puerto también pasaban los pastores de Los Argüellos que iban allá por el mes de noviembre a Llanes y por aquella zona comprando cabras; dormían por lo general en Ventaniella con 200 o 300 cabras, después las mataban en Los Argüellos y más tarde iban hasta Madrid a vender su carne salada en cecina que llevaban en carros.
Como veis, lo que sobran son historietas…asíque no dejéis de acercaros a pasear por la zona que merece la pena.
¡Un saludo y nos vemos en alguna San Silvestre!
Pero que fotos tan bonitas, ejem. Que excursión tan preciosa tuvimos la suerte de compartir con buena gente.
ResponderEliminarVaya día más bueno y vaya nieve tan perfecta para caminar.
Bueno pondré yo mi crónica que alguna foto más hicimos.
Salud,
Desde luego aburrirte, no te aburres. Las historias son todas muy curiosas.
ResponderEliminarSalu2.
Desde luego por las fotos os hizo un día magnífico para ir de ruta; y si encima os cuentan esas historias, mejor que mejor.
ResponderEliminarUn beso!!
Desde Barbadiel Rutas en buggy y multiaventura en Leon queremos felicitaros por estas fotos tan espectaculares.
ResponderEliminarLo dicho seguid posteando estas magníficas vistas